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El antiguo "rey de los carteristas" encuentra una nueva vida acogiendo a migrantes deportados

Como se dijo a 29 de julio de 2020Contado a, Postales desde la frontera

Jesús "El Caracol" Tavizón Rodríguez ha alojado y alimentado a miles de inmigrantes en su albergue de Ciudad Juárez (México) durante los últimos 20 años.

Como se dijo a 29 de julio de 2020Contado a, Postales desde la frontera

Jesús "El Caracol" Tavizón Rodríguez ha alojado y alimentado a miles de inmigrantes en su albergue de Ciudad Juárez (México) durante los últimos 20 años.

Ilustraciones de Brian Herrera/Borderless Magazine

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En sus años mozos, Jesús "El Caracol" Tavizón Rodríguez era conocido como "El Rey de los Carteristas". Su vida estaba llena de delincuencia, violencia y drogas. Tras múltiples intentos de rehabilitación a lo largo de los años, Caracol encontró la religión y una nueva razón para vivir: proporcionar alojamiento a cientos de personas sin hogar e inmigrantes deportados. 

Caracol, de 59 años, puede ver el muro fronterizo a través de las ventanas en Mirando a lo Alto A.C.el albergue que dirige en Ciudad Juárez, México. Estados Unidos parece tan cerca, pero para la gente a la que ayuda Caracol está imposiblemente lejos. 


Si soy sincera, nunca en mi vida imaginé que estaría haciendo todo esto. Acogemos a deportados de todas partes. Viene gente de Brasil, de Cuba, de Venezuela, del sur de México y de muchos otros lugares. Cuando llegan aquí ven el muro de Trump y se emocionan. Pero me entristece cuando consiguen salir del albergue y cruzar la frontera solo para que Estados Unidos los devuelva de nuevo. 

Esta mañana el refugio está tranquilo. Sólo hay un puñado de personas y Alejandro. Alejandro vino de Ciudad de México hace 10 años. Cruzó la frontera y luego lo deportaron. Vino a mi refugio y poco a poco perdió la cabeza. Ahora ni siquiera se puede mantener una conversación con él. Alejandro siempre está paseando junto al muro fronterizo. A veces se va durante semanas, pero siempre consigue volver. Este es su hogar.

Yo nunca he cruzado el charco. Mi juventud estuvo llena de balas, puñaladas, pistolas y sangre. Pero Dios siempre me protegió. Ves todas estas cicatrices, son mis cicatrices de batalla. 

Cuando tenía 14 años, empecé a iniciarme en el arte del carterismo. Llegué a visitar muchas partes de México. Viajaba haciendo lo que yo llamaría "campañas de robo". Era una vida muy intensa que traía terribles consecuencias. El dinero que se gana fácilmente se pierde fácilmente. Me hice adicto al alcohol, la cocaína y la heroína, y me convertí en una persona malvada. Fue una vida dura y difícil. 

Hice daño a mucha gente, física y emocionalmente, sobre todo a mi última esposa. Estuvimos casados 20 años. Entonces mi hijo también cayó en el mundo de las drogas. Para mí fue la gota que colmó el vaso. Toqué fondo y allí conocí a Dios. 

Dios puso fin a mi adicción y a mi vida delictiva y me uní a la iglesia. Era mi única salida. Luego fui a rehabilitación y conseguí estar sobrio. Fue una lucha, pero la superé. 

Después conocí a un hombre que dirigía un centro de rehabilitación y decidí ayudarle. Mi sueño entonces era dirigir uno. Pero mis planes cambiaron a un refugio cuando me di cuenta de que los inmigrantes necesitaban un lugar donde comer y dormir. Nunca rechazo a nadie que quiera quedarse aquí.

organizador de refugios

Cuando fundamos este refugio hace veinte años, el lugar era una choza. Ni siquiera tenía tejado. Con el paso de los años conseguimos arreglarlo. Ahora vivo aquí, pero no recibimos mucha ayuda. Sobrevivimos gracias a las donaciones de la gente. El gobierno nos dice que no somos una organización porque no tenemos contable. Cada vez que intento registrar el refugio en el estado nos devuelven el papeleo. Las excusas que dan son interminables y no conseguimos que nos ayuden. 

Pero hay tanta gente necesitada, sobre todo inmigrantes que no son de aquí cerca. Siempre digo a la gente que nos traiga algo de comida y que Dios nos proporcionará el resto. Así es como hemos conseguido dar comida y cobijo a miles de inmigrantes a lo largo de los años. A veces tenemos más de 150 personas y tenemos que sacar las mesas al patio trasero para repartir la comida. Pero siempre hay comida suficiente cuando se comparte. Es un milagro. 

Hoy hacia el mediodía llega un grupo de inmigrantes deportados. No me gustan los "gringos". Tratan muy mal a nuestra gente. Lo único que quiere mi gente es ir allá y trabajar para ellos. 

La Patrulla Fronteriza los devuelve y llegan aquí muy deshidratados y hambrientos. Tenemos comida preparada para ellos. Así pueden sentir que han vuelto a algo bueno.

Mirando a lo Alto A.C., +52 1 (656) 194-2499

Seguir leyendo Postales desde la frontera aquí.

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