Medicinas y consultas médicas más baratas atraen a los mexicano-estadounidenses a Ciudad Juárez durante la pandemia, a pesar de las preocupaciones sobre el COVID.
Arriba: La entrada a Ciudad Juárez, México desde El Paso, Texas el 19 de septiembre de 2020. Comúnmente conocido como el “puente libre”, el Puente de las Américas es la entrada más concurrida de El Paso a Ciudad Juárez. Claudia Hernández/Borderless Magazine
Esperar en la línea del Puente Córdova para cruzar de El Paso, Texas a Ciudad Juárez, México y viceversa es algo rutinario para muchos mexicanos y estadounidenses viviendo en la frontera. El puente a menudo está congestionado con automóviles. Las personas llegan a esperar hasta cuatro horas para poder cruzar e ir al trabajo, de compras, visitar familiares, o al doctor.
Cada año, alrededor de 29 millones de personas cruzan entre Ciudad Juárez y El Paso. Con gente que vienen de lugares tan lejos como Chicago para visitar México. Ahora que la pandemia del coronavirus está al alza, esta situación tiene preocupados a muchos expertos.
Ni los Estados Unidos, ni México tienen ningún tipo de control de salud en los cruces fronterizos. Por un tiempo, las autoridades mexicanas tomaban la temperatura de la gente cruzando la frontera para prevenir el brote del virus. Sin embargo, ya no lo siguen haciendo.
Hoy en día, tanto El Paso como Ciudad Juárez son puntos rojos de COVID-19. Ambas ciudades están implementando medidas sanitarias mientras El Paso tiene la segunda tasa más alta de infección por COVID-19 de los Estados Unidos. El 20 de Octubre, Ciudad Juárez alcanzó los 10,043 casos activos y 992 muertes relacionadas con COVID-19, mientras El Paso tuvo 8,350 casos activos y 557 muertes.
Para ayudar a frenar el contagio del virus, desde marzo la frontera ha sido restringida por parte de las autoridades estadounidenses. Esta restricción aplica a personas que no son ciudadanos americanos, residentes, y personas que no cuenten con alguna carta laboral que implique que pueden cruzar la frontera. También han disuadido a las personas a las que se les permite cruzar de hacerlo para ayudar a frenar la propagación del virus. El lunes, el presidente municipal de Ciudad Juárez le pidió a su país que trabajara con los Estados Unidos para prohibir que los ciudadanos no mexicanos crucen la frontera.
“Considerando que El Paso es una de las ciudades con mayor número de contagios en todo Estados Unidos, estoy solicitando a las autoridades correspondientes que evalúen la restricción de visitantes norteamericanos para asuntos no esenciales”, dijo Armando Cabada Alvídrez, presidente municipal de Ciudad Juárez.
Sin embargo, para muchas de las personas más afectadas por el COVID-19 en El Paso, cruzar la frontera es una necesidad. Con costos de atención médica drásticamente diferentes entre los dos países, cada día los estadounidenses duran horas cruzando la frontera para hacerse la prueba de COVID-19, comprar medicamentos o incluso ser hospitalizados.
‘Todos Tuvimos COVID al Mismo Tiempo’
Valeria Terrazas es una ciudadana americana de 27 años la cual trabaja en El Paso, pero vive con sus padres en Ciudad Juárez. Ella tiene un trabajo de tiempo completo y está a cargo de llevar el mandado y las cosas esenciales a su casa. Cuando las restricciones en la frontera comenzaron a principios del año, Terrazas continuó cruzando entre Ciudad Juárez y El Paso para ir a trabajar.
La mañana del 14 de julio se despertó en su casa en Ciudad Juárez sintiéndose mareada y decidió hacerse la prueba de COVID-19 en El Paso. Dos días después, los resultados de sus pruebas dieron positivo.
“Casi no tuve síntomas. Tuve poquita fiebre y me dolió la cabeza, pero solo me tomé unas aspirinas. El día que me empecé a sentir mejor es cuando me enteré de que tenía COVID. Ese mismo día noté que perdí mi sentido del gusto y del olfato”, dijo Terrazas.
Terrazas se aisló en su habitación y siguió trabajando desde casa, pero temía que sus padres pudieran infectarse ya que viven juntos. Su padre, Raúl Terrazas, tiene trombocitopenia e hipertensión, lo que lo pone en alto riesgo de tener un caso grave. Cuatro días después de que Valeria comenzará a sentirse enferma, sus padres también comenzaron a mostrar síntomas de COVID-19. Su padre estaba renuente a hacerse la prueba del virus, pero cuando no pudo continuar con su rutina normal, accedió a hacerse la prueba.
“Todos tuvimos COVID al mismo tiempo. El lado positivo fue que ya no tuve que estar encerrada en mi cuarto porque ya todos lo teníamos”, dijo Terrazas.
La familia se quedó en casa y esperaron hasta que todos dieron negativo al virus, dijo Terrazas.
“Mis padres querían echarme la culpa porque yo era la que salía de la casa. Pero luego todos [los demás miembros de mi familia] comenzaron a enfermarse”, dijo Terrazas.
A pesar de la orden de permanecer en casa, los tíos, tías y primos de Terrazas que no viven con ella y sus padres seguían viéndose. El CDC ha advertido que las reuniones familiares ponen a las personas en mayor riesgo contraer COVID-19, tales reuniones han provocado un aumento en los casos de COVID en lugares como Chicago.