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Un estudiante mexicano sin hogar experimenta racismo y falta de oportunidades mientras intenta estudiar en los Estados Unidos

Según le fue contado a 12 de agosto de 2020#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p2231#31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p-2America/Chicago3131America/Chicagox31 05pm31pm-31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p2America/Chicago3131America/Chicagox312022mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600292291pmmiércoles=409#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600pAmerica/Chicago1#enero 5th, 2022#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p2231#/31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p-2America/Chicago3131America/Chicagox31#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600pAmerica/Chicago1#Contado a, English

Lupita vino a los Estados Unidos y empezó a estudiar periodismo, pero debido a la pandemia de COVID-19 ahora se encuentra sin hogar.

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Según le fue contado a 12 de agosto de 2020#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p2231#31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p-2America/Chicago3131America/Chicagox31 05pm31pm-31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p2America/Chicago3131America/Chicagox312022mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600292291pmmiércoles=409#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600pAmerica/Chicago1#enero 5th, 2022#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p2231#/31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600p-2America/Chicago3131America/Chicagox31#!31mié, 05 Ene 2022 14:29:22 -0600pAmerica/Chicago1#Contado a, English

Lupita vino a los Estados Unidos y empezó a estudiar periodismo, pero debido a la pandemia de COVID-19 ahora se encuentra sin hogar.

Ilustraciones por Brian Herrera/Borderless Magazine 

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El sueño de Lupita es ser periodista. Originaria del estado de Chihuahua, México, ella sabe que la profesión que escogió es peligrosa. Alrededor de 50 periodistas han sido asesinados debido a sus reportajes en México desde 1992, de acuerdo con el Comité para la Protección de los Periodistas.  

A pesar del peligro, Lupita decidió venir a los Estados Unidos en el 2013 con la esperanza de eventualmente comenzar a estudiar periodismo. Pero, debido al racismo y ahora la pandemia de COVID-19, perseguir su sueño no ha sido nada fácil. 


Cuando tenía 18 años decidí que quería ser periodista. Pero sabía que no había manera de que pudiera estudiar o practicar periodismo en mi ciudad de Chihuahua, México. Ser una mujer periodista en México es muy peligroso. 

Hace unos siete años decidí venir a los Estados Unidos a través de un programa de au pair. Mi plan era trabajar como niñera y estudiar periodismo en el colegio comunitario. Las primeras dos familias para las que trabajé fueron maravillosas. Tenían mucho respeto por lo que hacía: trabajar y estudiar en otro país. Después de un tiempo decidí aplicar para mi visa de estudiante y seguir trabajando como niñera de manera independiente.  

Pero la tercera familia en la que me quedé era diferente. Esa familia era muy adinerada y trabajaba en la política para el partido Republicano. Cuando llevaba a sus hijos a casas de sus amigos, sus padres me interrogaban y me veían de una manera muy hostil. Pero trataba de ignorarlos y me decía a mi misma que esos eran gajes del oficio.  

Las cosas empeoraron cuando Donald Trump entró en la presidencia. Las personas se sentían más alentadas a decirme cosas. Una vez un miembro de la familia para la que trabajaba me preguntó si estaba en los Estados Unidos legalmente. Me dijo que si no lo estaba que le iba a llamar a ICE.  

Le dije que tenía una visa de estudiante, pero aun así me preocupé mucho. Sabía que no debía de estar trabajando al menos que fueran trabajos en mi campus. Pero los trabajos de universidad son muy limitados y me sería imposible ganar dinero para todos mis gastos con un trabajo así. Aunque no quería, tuve que trabajar fuera del campus. 

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Siempre me mantenía al tanto de mis clases, tenía calificaciones perfectas y eso me ayudó a conseguir una beca. Aparte de mis estudios, era editora en jefe en el periódico de mi escuela, competía en campo traviesa y trabajaba 45 horas a la semana como niñera.  

No dormía y trataba de mantenerme positiva, pero era demasiada presión. De por sí estaba muy estresada y luego las personas me seguían preguntando por mi estatus migratorio, me hacían sentir fatal. La familia para la que trabajaba eran Republicanos y siempre decían que estaban en contra de los inmigrantes. Siempre hablaban de inmigración en las reuniones familiares, no les importaba si yo estaba presente. Aun así, su casa estaba llena de empleados indocumentados. Eran muy hipócritas. 

Cuando me gradué del colegio comunitario me dieron una beca en mi escuela soñada. Pero cuando regresé de las vacaciones de verano me dijeron que la beca no se había procesado y que tenía que pagar la colegiatura de estudiante internacional. Intenté quedarme inscrita a la escuela, pero me dijeron que tenia que salir del país porque estaba a punto de violar las restricciones de mi visa de estudiante. 

Le comenté a mi familia, pero les era imposible pagar $20,000 de colegiatura al semestre.  

Tuve que volver a México. Fue muy triste porque no importaba todo lo que luchara, se me seguían cerrando puertas. Era una estudiante excelente, pero como era internacional, nadie estaba dispuesto a ayudarme. Agregando al problema, Trump sigue luchando para correr a los estudiantes internacionales siendo que pagamos tres veces más de colegiatura que un estudiante estadounidense.  

Decidí investigar en otras universidades que ofrecieran buenas becas a estudiantes internacionales. La Universidad de Texas en El Paso (UTEP) tenía un programa muy barato. Nunca pensé que estudiaría en El Paso, aunque está relativamente cerca de Chihuahua. Apliqué y empecé a estudiar ahí en primavera del 2019.  

Pero después de todo lo que pasó, no me sentía motivada cuando me mudé a El Paso. Aunque tenía buenas calificaciones y empecé a trabajar en el periódico de la universidad, aun así, no me sentía incluida. En mi segundo semestre me di cuenta de lo suertuda que era vivir a solo cinco horas de Chihuahua. Trataba de ir a mi casa al menos una vez al mes a ver a mi familia y a recargar mis baterías. Tener la posibilidad de ir y venir entre Estados Unidos y México me ayudó a sentirme bien de nuevo.  

En El Paso encontré un trabajo como niñera y viví con esa familia. Ese trabajo me ayudó a balancear mi vida y me comencé a sentir más productiva y como parte de la comunidad. Estaba feliz y todo iba muy bien  

Pero llegó la pandemia y todo cambió. No me pude seguir quedando con la familia porque no querían arriesgarse a contagiarse de COVID, y me quedé sin casa. La única cosa que tengo es mi camioneta y esa se convirtió en mi hogar. He estado tan ocupada pagando por educación que no tenía dinero para pagar ninguna otra cosa.  

Ahorita estoy ayudando a mi novio en su negocio de construcción porque no he encontrado ningún otro trabajo. Y con la pandemia todo se volvió más difícil, especialmente si eres una estudiante internacional. Algunas compañías ni siquiera te entrevistan si no eres una ciudadana americana porque eventualmente necesitarás visado de trabajo y son difíciles de obtener. Las compañías no toman esos riesgos. Es frustrante porque tengo buenas calificaciones y un buen curriculum, pero al parecer esas cosas no importan ahora. 

A pesar de todo eso estoy muy emocionada por graduarme y finalmente empezar a trabajar como periodista profesional. Mi plan es tratar de quedarme en los Estados Unidos porque aquí sé que estoy a salvo. 

Y tengo esperanza de que este país acabe con esta cultura de racismo. Creo que si la gente dejara de centrarse en el origen, el color de piel y el acento de alguien, el país estaría mucho mejor.

No es cuestión de ignorarlo, sino simplemente aceptar esas diferencias. Es muy frustrante cuando tus aplicaciones de trabajo son desechadas simplemente porque leen que requieres de una visa. Se supone que es el país de las oportunidades, pero parece ser que solo son para ciertas personas.

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