Para Altyn y Enesh Mantyyeva, copropietarias del icónico restaurante Russian Tea Time de Chicago, servir los platos de su infancia no es solo un negocio, es una responsabilidad personal.
No es un restaurante de Chicago cualquiera: los camareros hablan ruso, carteles de propaganda de la era soviética cuelgan de las paredes y hay una colección de grandes samovares de plata o urnas de té en exhibición. De hecho, Russian Tea Time, en el corazón del Loop, es uno de los pocos restaurantes rusos de la ciudad.
El hito culinario fue fundado en 1993 por la chef ucraniana Klara Muchnik, quien lo vendió a una nueva administración en 2018. Las copropietarias actuales son Altyn y Enesh Mantyyeva, hermanas que nacieron y se criaron en la ciudad de Mary en Turkmenistán. Enesh Mantyyeva llegó por primera vez a Chicago en 2012 para mejorar sus habilidades en inglés. Su hermana y sus dos hermanos llegaron varios años después.
Las hermanas Mantyyeva dicen que tienen el mismo amor por la cocina rusa que Muchnik trajo a Chicago hace casi 30 años, cuando ella y su familia emigraron de Uzbekistán, donde vivieron durante muchos años. Turkmenistán y Uzbekistán, ambas ex repúblicas soviéticas en Asia Central, comparten profundos lazos históricos y culturales, así como una frontera que se extiende por más de 1,000 millas.
La pandemia de COVID-19 golpeó a Chicago justo cuando los Mantyyevas habían terminado una renovación del restaurante que duró ocho meses. Aunque solicitaron tres veces préstamos del Programa de Protección de Cheques de Pago durante el cierre ordenado por la ciudad, se les negó debido a problemas burocráticos derivados del cambio de propiedad, dicen las hermanas. Después de casi dos años en el limbo, Russian Tea Time reabrió oficialmente sus operaciones esta primavera.
Como parte de nuestra serie sobre cómo los restaurantes de inmigrantes han sobrevivido a la pandemia, Borderless Magazine habló con Altyn y Enesh.
Enesh: De hecho, nos detuvimos en el restaurante un par de veces una vez que nos mudamos a Chicago. Cuando vimos la palabra “ruso” en el letrero, pensamos: “Está bien, conocemos esta cocina. Vamos a comer blinchiki (crepes) o golubtsy (rollitos de col)”. Visitamos el lugar y nos encantó.
Un par de meses después, mi hermano me dijo: “¿Conocen este restaurante? Está a la venta en el centro de la ciudad”. Llamamos y dijimos que estábamos interesadas en comprar el negocio. Tuvimos la primera reunión y nos volvimos muy cercanos, porque son de Uzbekistán. Tenemos esta conexión.
Luego tuvimos una segunda reunión y mi papá sugirió, en lugar de comprar todo el negocio, ya que somos nuevos en la industria de los restaurantes, que compremos el 75 por ciento y los propietarios se queden en el 25 por ciento. Él les decía, “Siempre podemos comprar tu parte. Pero inicialmente tienes que enseñarnos, y queremos que también estés en el juego”.
Mi papá es un verdadero empresario. No puede simplemente relajarse. Siempre piensa en negocios. Es dueño de varias fábricas, incluida una de carne. Lo principal son los lácteos. Estaba en la producción de helado, smetana (crema agria) y kéfir (una bebida láctea fermentada). Mi papá siempre dice que tiene leche fluyendo por sus venas en lugar de sangre.
Así que el negocio de la alimentación no era completamente nuevo para nosotros. Pero nunca habíamos estado en la industria de los restaurantes.
Comprar una parte de un lugar tan legendario se siente increíble. Estoy muy agradecida. Pero cuando el negocio ha estado abierto durante tanto tiempo, es muy difícil hacer cambios.
Altyn: Es mucha responsabilidad. Cada paso que das, cada decisión que tomas, te hace pensar dos veces antes de hacerlo, antes de cambiar algo.
Enesh: No es como abrir una cafetería. El menú es como una constitución que necesita modificar o actualizar con el tiempo, pero no cambiar por completo. Todo fue creado personalmente por Klara Muchnik. Ella solía tener un negocio de servicio de comidas en Uzbekistán. El menú era increíble, pero tenía como seis páginas, entonces lo cortamos por la mitad. Dejamos los platillos exclusivos que no pudimos tocar, y agregamos algunos.
Altyn: Puedes actualizarlo y desarrollarlo un poco, pero no cambiarlo.
Enesh: ¡Y no queríamos cambiar! Crecimos comiendo golubtsy. Crecimos comiendo borscht.
Cuando compramos Russian Tea Time, una de las condiciones era renovarnos. Así que decidimos cerrar y remodelar durante tres meses. Comenzamos en julio de 2019. Pero, por supuesto, en el centro de Chicago, no es tan fácil. Tardamos más de lo previsto, nos pasamos por encima de nuestro presupuesto tres veces. Además hubo un problema con las tuberías que pertenecen a Panda Express pero que atraviesan nuestros techos. Por eso la ciudad no firmó el certificado y los permisos para que reabriéramos.
La renovación terminó en febrero de 2020, y esa semana comenzaron las conversaciones sobre la pandemia, por lo que no pudimos abrir. Fue una época devastadora, fue muy doloroso. El hecho de que acabáramos de remodelar y quisiéramos mostrárselo a todo el mundo … Para mí y Altyn, fue como si abriéramos un nuevo restaurante. Teníamos miedo de perder muchos clientes leales, porque estuvimos cerrados durante tanto tiempo. Temíamos que asumieran que estábamos cerrados de forma permanente.
Solicitamos préstamos del Programa de Protección de Cheques de Pago tres veces, pero fue un poco complicado, porque cuando compramos el restaurante tuvimos que cambiar el nombre comercial a Russian Tea Time, LLC. Debido a que Russian Tea Time, LLC era nuevo, no tenía historial crediticio, no tenía ninguna actividad en el banco. Debido a ese pequeño problema, se nos negó el préstamo PPP en tres ocasiones. También aplicamos al programa de subvención de Hospitalidad de Chicago, pero también nos lo negaron.
DoorDash tenía un programa que ayudaba a los pequeños restaurantes y nos dieron $10,000. Pero realmente, para nosotros, hemos tenido que sobrevivir solos.
Altyn: Nuestro edificio fue un gran apoyo. No tuvimos que pagar el alquiler durante un par de meses.
Enesh: Quizás fue más fácil superar los obstáculos porque la familia Muchnik pudo crear esta familia de empleados. Ellos llevan años aquí. Todos nos amamos, nos preocupamos por los demás. Fue algo natural porque la mayoría de nuestro personal también es de países postsoviéticos y compartimos los mismos antecedentes y experiencias. En el trabajo, es como si vinieras de casa a casa. Incluso fuera del trabajo, somos muy buenos amigos.
Altyn: Nos entienden. Saben lo difícil que es a veces. Y entendemos su posición.
Enesh: Ser propietaria de este restaurante es una experiencia única. Vadim [el hijo de Klara] nos contaba historias sobre cómo Klara bajaba y les contaba a los clientes la historia del restaurante, qué significa cada comida del menú, de dónde viene, cómo la cocinan. Eso es lo que hicimos Altyn y yo también.
Pudimos entender la emoción y el amor que la gente siente por este restaurante, porque a nosotros también nos encanta. Y comprándoselo a una familia de inmigrantes de Asia Central con la que nos conectamos, compartimos los mismos gustos, la misma historia, los mismos recuerdos de la infancia.
Altyn: Es maravilloso. Y es sorprendente cómo la comida es algo que une a las personas.
Enesh: Y es curioso cómo funciona el cerebro humano. Solo el olor de diferentes platos, trae recuerdos de exactamente cuándo y cómo solíamos comerlo, quién lo hizo.
Es comida. Es un lenguaje completamente diferente que une a las personas. Si tú comes borscht y yo como borscht, eso es algo que tenemos en común.
Esta historia fue reportada con la ayuda del Metro Media Lab, un proyecto de la Escuela Medill de la Universidad Northwestern destinado a fortalecer el periodismo en Chicago. Está financiado por la Fundación Robert R. McCormick.
Este artículo está traducido por Claudia Hernández.