La fotógrafa Natalie García visita a vendedores ambulantes inmigrantes en el noroeste de Chicago que han persistido durante la pandemia.
En un año común y corriente, los vendedores ambulantes se enfrentan a requisitos estrictos, desde la obtención de permisos hasta el cumplimiento de las regulaciones de zonificación. Durante la pandemia, enfrentaron una serie de desafíos completamente nuevos.
Borderless Magazine habló con 28 vendedores ambulantes en Chicago sobre sus experiencias durante la pandemia de COVID-19. Descubrimos que el año pasado profundizó las grandes disparidades en el acceso a los beneficios del gobierno y otras formas de ayuda financiera para los vendedores ambulantes, desde el nivel local hasta el federal. Los vendedores inmigrantes, que constituyen la mayoría de esta comunidad, a menudo enfrentaron barreras de idioma y tecnología para obtener la asistencia adecuada. Para pagar las deudas, muchos continuaron trabajando durante la pandemia, incluso si eso significaba arriesgar su salud para vender a menos personas, o encontrar un segundo o tercer trabajo.
Francisco Acosta, quien maneja un carrito en el noroeste de Chicago donde vende una variedad de delicias como helados, raspados, papas fritas, chicharrones y dulces mexicanos, se vio obligado a dejar de trabajar el pasado Marzo debido a la orden para quedarse en casa en toda la ciudad. El invierno, durante el cual Acosta generalmente depende en gran medida de las prisas después de la escuela, no generó ingresos: se vio obligado a quedarse en casa. Pudo trabajar solo dos meses el verano pasado, que suele ser su temporada más ocupada. La pérdida de tráfico peatonal en los parques locales, iglesias y escuelas, que estaban cerradas, lo dejó con pocos lugares para visitar. La mayoría de los días, pasaba solo tres horas en los parques desiertos.
A pesar de que ha sido un vendedor ambulante en el vecindario durante más de 12 años, Acosta no calificó para ningún cheque de estímulo federal, subvenciones federales o programas de ayuda empresarial. Hay pocas opciones proporcionadas por el gobierno para los vendedores ambulantes inmigrantes cómo Acosta. En cambio, como muchos otros proveedores, tuvo que depender de campañas de recaudación de fondos de base, como una organizada el año pasado por Increase the Peace, que recaudó cerca de $50,000 para los vendedores ambulantes. Acosta recibió un cheque único de $500 de esa campaña, su única forma de alivio en el 2020. batalló para pagar el alquiler en el 2020 y todavía está tratando de ponerse al día.
Raúl y María Salgado han estado vendiendo en el vecindario Avondale de Chicago durante más de 15 años, ofrecen una variedad de bocadillos y raspados naturales como tamarindo , lechera y diablitos (hielo raspado picante con jarabes caseros) durante las los días cálidos. Tienen otros trabajos en el invierno: María trabaja como costurera y Raúl retoma el trabajo de la fábrica. Durante la pandemia, también complementaron sus ingresos haciendo máscaras y limpiando en restaurantes locales. Han continuado trabajando, y encuentran trabajo en donde sea que puedan.
“La vida no cambió mucho, solo comimos menos”, dijo Raúl Salgado.
La venta ambulante es un trabajo de tiempo completo, pero muchos lo ven como algo más que un ingreso. Cuando se le preguntó sobre la venta y sus beneficios, Raúl dijo que le gusta hablar con una amplia gama de personas de diferentes culturas. También le gusta estar libre de las presiones de un trabajo con jefes y gerentes. Si bien dijo que gana menos de lo que podría ganar en otros lugares, en realidad disfruta de lo que hace para ganarse la vida y valora la oportunidad de pasar más tiempo en casa con su familia.
Del mismo modo, Mayra Soto, vendedora ambulante del barrio de Belmont Cragin, valora el aspecto social de lo que hace. Cuando está afuera con su carrito, vendiendo elotes, chicharrones y dulces, a menudo charla y se pone al día con los vecinos. Más que su trabajo de medio tiempo para poder llegar a fin de mes, la venta ambulante es una forma de conectarse con su comunidad.
Este verano, los vendedores ambulantes regresaron a los vecindarios, tratando de recuperar el tiempo y el dinero perdidos, a pesar de las crecientes preocupaciones sobre la variante Delta de COVID-19.
“En realidad, vender no es nada especial”, dijo Raúl Salgado. “Es solo que uno tiene que seguir luchando para salir adelante, ganarse la vida y prosperar”.
Este artículo está traducido por Claudia Hernández.