Antes de convertirse en el autor superventas de "El corredor de la cometa", Khaled Hosseini fue solicitante de asilo.
Antes de convertirse en el autor superventas de "El corredor de la cometa", Khaled Hosseini fue un solicitante de asilo. Su familia buscó refugio en Estados Unidos en 1980, después de que un sangriento golpe comunista en Afganistán impidiera a su familia regresar a casa.
Ahora, Hosseini eleva las historias de otros solicitantes de asilo y refugiados con su novela corta Oración del mar. Los beneficios del libro se destinarán a la Fundación Khaled Hosseini y a la ACNURla Agencia de la ONU para los Refugiados, donde Hosseini es un Embajador de Buena Voluntad.
Hosseini dijo Sin fronteras por qué cree que es importante contar ahora historias sobre refugiados y solicitantes de asilo.
Gran parte del sentimiento antirrefugiados que observamos en estos momentos, aunque hay razones diversas para ello, se basa en una mala comprensión de quiénes son los refugiados, a qué se enfrentan y por lo que pasan.
Hay una serie de conceptos erróneos, y esa es parte de la razón por la que creo que los libros escritos sobre refugiados -no sólo Oración del mar - pero otros también, ayudan a humanizar la historia y nos permiten vivirla en un sentido emocional, para ayudarnos a conectar con los individuos más que con los titulares.
Podemos leer estadísticas, podemos ver las noticias, pero tienen una forma de golpearnos y luego pasamos a otra cosa. Los números y las cifras empañan nuestra respuesta emocional a las historias.
Como seres humanos, para entender algo primero nos tiene que importar, y para que nos importe, tenemos que sentir algo. Contar historias es importante porque es un buen primer paso.
Creo que ese es el don de las historias. No digo que baste con contar historias, pero es indispensable. A menudo es ahí donde empieza: se nos invita a entrar en las experiencias de otra persona, reconocemos algo que conecta con nosotros, que nos conmueve, que nos enfada.
Escribí Oración del mar para honrar la memoria del refugiado sirio Alan Kurdi, de tres años, cuyo cuerpo sin vida apareció en una playa de Turquía tras ahogarse, junto con sus hermanos y su madre, intentando ponerse a salvo en Europa. También quería rendir homenaje a los miles de personas que han perdido la vida en viajes igual de desesperados.
Pero estos peligrosos viajes no sólo los emprenden los refugiados que intentan llegar a Europa. En la actualidad, más de 68,5 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a desplazarse (de ellas, más de 25 millones son refugiados), por lo que el problema es mundial.
Ya se trate de Siria, de Afganistán o de Sudán del Sur, cada vez que alguien abandona su hogar y huye hacia una frontera puede calificarse, con razón, de viaje desesperado, porque esa es la experiencia de ser refugiado: escapar de una pesadilla y caer en otra.
Quiero destacar el hecho de que miles de otras familias, tanto antes como después de la muerte de Alan Kurdi, han pasado por una experiencia similar.
Miles de otras familias se han enfrentado a la misma angustiosa decisión de abandonar sus hogares y poner lo que les queda de vida en manos de contrabandistas que tienen muy poca consideración por la vida humana y luego se lanzan a mar abierto, hacia un futuro completamente incierto.
Invitaría a la gente a pensar en sus propias vidas y en sus propias familias y a pensar en lo que les supondría abandonar todo lo que les define: su tierra, su hogar, su propiedad, su comunidad y hacerse a la mar, sabiendo cuántas personas han perecido antes que ellos en su intento de alcanzar seguridad y refugio.
