A medida que el conflicto de Tigray continúa en Etiopía, el chef de Chicago, Tigist Reda, se queda con más preguntas que respuestas.
Cuando Tigist Reda dejó su hogar en la región de Tigray en Etiopía hacia los Estados Unidos en 1997, su familia vio su partida como una oportunidad hacia una nueva vida. Con solo 17 años de edad en ese entonces, la joven se estableció en Chicago y poco a poco se conectó con la creciente comunidad de compatriotas de Etiopía concentrada en el lado norte de Chicago. En el año 2000, alrededor de 4,500 etíopes vivieron en los barrios de Uptown, Edgewater y Rogers Park; comunidades que continúan creciendo hasta hoy.
En 2007, Reda y su marido de ese entonces abrieron Demera, un renombrado restaurante ubicado en Uptown que sirve platos tradicionales etíopes como doro wat (pollo picante), kik alicha (guiso de arvejas) y misir wot (lentejas rojas picantes). Estableció su restaurante como uno de los pocos y populares negocios de personas afroamericanas y dirigidos por mujeres, manteniéndose fiel a su cultura.
Ahora, a sus 41 años de edad, Reda se ha visto repentinamente alejada de su familia en Etiopía, a la que suele visitar cada dos o tres años. Los enfrentamientos entre grupos políticos y étnicos han sacudido al país de África oriental, que se enfrenta a un empeoramiento de la crisis humanitaria. En septiembre, el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF), un partido político izquierdista, celebró sus propias elecciones regionales no autorizadas, intensificando las divisiones entre la región y el gobierno. El conflicto estalló el 4 de noviembre cuando el gobierno etíope lanzó una ofensiva militar contra el TPLF, acusándolo de atacar sus tropas federales en la región. El conflicto actual de Tigray se ha convertido en una lucha de poder, sobre la que el gobierno continúa negando su gravedad.
Tigray, incluyendo la familia de Reda, siguen enfrentando una creciente violencia, desalojo de personas y hambre. Miles de personas se vieron obligadas a huir de la región, creando una crisis de refugiados, mientras que los combates aumentan el riesgo de genocidio.
Mientras atraviesa este período de incertidumbre, Reda ha levantado la voz por su comunidad en Chicago al mismo tiempo que mantiene su negocio a flote.
La revista Borderless Magazine se sentó a charlar con la chef y dueña del restaurante para enterarse sobre cómo ha cambiado su vida desde noviembre de 2020.
Nací y me crié en Mekele, la capital de la región de Tigray, y me casé cuando tenía 17 años. El matrimonio había sido planeado entre familias, y mi esposo de ese entonces vivía en Chicago. Fui la primera de mi familia en salir del país, y estaba muy nerviosa. Ahora, mi hermana, mi sobrina y algunos primos están aquí, pero la mayoría de mi familia está allá.
Desde entonces siempre he vivido en Chicago. Solía cocinar y ser anfitriona cuando estábamos en los suburbios, pero también iba a la escuela durante el día y trabajaba a tiempo completo por la noche. Fui mesera y cajera, trabajé en hoteles y estacionamientos administrados. Quería hacer algo con mi vida, y mi ex marido y yo pudimos encontrar un lugar y abrir el negocio.
Quería abrir Demera porque sabía que me encantaba ser anfitriona. Sentí que podría ofrecer alimentos saludables y sabrosos en Chicago.
Con la pandemia, hemos tenido recursos limitados y nos ha afectado mucho la obligación de quedarse en casa. Al principio, tuvimos que dejar ir a un montón de personal––disminuyó de 27 personas a solo tres. Dependíamos de las entregas a domicilio. Y luego mi país se vio afectado por una plaga de saltamontes (locust en inglés), lo que afectó el suministro y la cosecha de alimentos. La plaga nunca había sido tan grande, al menos desde hace mucho tiempo, y todo el país se vio afectado. Pero una vez que estalló la guerra, todo eso parecía insignificante.
Éste ha sido uno de los momentos más difíciles de mi vida. Las guerras anteriores no son nada en comparación a esta. Ha habido tensión en los últimos dos años, así que temíamos que algo iba a pasar, pero nunca nos imaginamos que esto se iba a tornar tan horrible. Todo sucedió tan repentinamente cuando estalló la guerra. El conflicto de Tigray sucedió rápida y ferozmente, causando mucho daño de una sola vez.
Cuando tenía entre 8 y 9 años, hubo una guerra civil entre el Derg y el TPLF en Mekele. Y en 1998 y 2000, hubo una guerra entre Etiopía y Eritrea, pero yo ya vivía en los Estados Unidos. Esto ha sido peor porque hay tanto que no sabemos. No tenemos ninguna manera de poder contactar a nuestros seres queridos porque es demasiado peligroso. Incluso ahora, el 80 por ciento de la población está incomunicada. No sabemos qué le está pasando a nuestra familia y no he podido hablar con mis padres durante 45 días, lo que me tiene enloquecida. Estamos preocupados por una de nuestras abuelas y tío del lado materno. Los soldados eritreos llegaron a la aldea donde vivían y tomaron el control. Mi tío tuvo que caminar 18 horas porque temía por su vida.
En la población de Tigray, creo que existe un fuerte sentimiento de abandono y traición por parte del gobierno y los compatriotas de Etiopía.
Estoy muy comprometida con nuestra comunidad aquí. Es por esto que un amigo y yo somos voluntarios para recibir llamadas todos los jueves por asuntos de la salud mental para ayudar a la gente a hacer frente al conflicto de Tigray. La mayoría de nosotros estamos preocupados por algún miembro de la familia, y lamentablemente vemos imágenes muy perturbadoras de civiles muriendo, incluyendo mujeres y niños. Hay entrevistas con tantas mujeres y niñas que han sido víctimas de violación. Nos damos cuenta que para las personas que nos llaman ha sido difícil dormir o concentrarse en el trabajo. Y muchos de ellos están teniendo flashbacks o recuerdos recurrentes de experiencias de guerra pasadas. También he comenzado a hablar con otros acerca de capacitar a la comunidad para su sanación. Estamos muy cerca de lograrlo, pero también muchos de nuestros compatriotas que no son de la región de Tigray están guardando silencio. Además, pregúntale a cualquier persona promedio aquí en Chicago, y no tienen idea de lo que está pasando en mi país.
Siempre he tenido un gran interés en lo humanitario y el desarrollo, pero me mantenía alejada de la política. La razón por la que soy una voz activa ahora es que esto va más allá de la política. Esta es una crisis humanitaria, y para mí, ha sido muy desalentador ver a la gente de nuestro propio país callada por no querer involucrarse en asuntos políticos.
Quiero que la gente sepa que el conflicto de Tigray es una crisis humanitaria causada por el propio gobierno federal. Están matando gente y saqueando aldeas. La cantidad de violencia de género ha sido profundamente inquietante para mí. Nunca hemos tenido episodios de violencia de género tan altos. Nunca creí que este tipo de atrocidad pudiera ocurrir ni en Etiopía ni en Eritrea. Pensé que la religión y su cultura nos protegerían de esto, pero ahora entiendo que esto no proviene de un sistema de creencias o de una cultura. Es como la gente que asaltó el Capitolio. Nunca pensé que vería eso aquí. Pero estoy aprendiendo que esa conducta humana se puede dar en cualquier lugar. Creo que todos tenemos que estar atentos a las señales y evitar que estos hechos sucedan.
Estamos sobreviviendo. Estamos empezando a ver la luz al final del túnel con la COVID-19. En Demera, hemos podido traer de vuelta a parte de nuestro personal y hemos estado trabajando con una red de restaurantes pertenecientes a mujeres de Chicago. También hemos hecho una gran cantidad de comida pop-ups (al paso), como en el Boxville Marketplace en Bronzeville y en diferentes suburbios cada semana.
Pero la guerra trajo mucho caos. Los organismos humanitarios no pueden entrar a esas zonas. Alguien se debe hacer responsable y tiene que comenzar el gobierno. Ha sido muy difícil para mí comprender lo que está pasando, pero espero poder volver pronto a casa y ayudar a las personas que se han visto directamente afectadas por la guerra.
Este artículo está traducido por Marcela Cartagena en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).