Casa de Colores ha brindado estabilidad física y emocional a un grupo de mujeres transgénero salvadoreñas mientras esperan en México asilo en los Estados Unidos.
En una cálida tarde de febrero, Susana Coreas se encuentra frente a la puerta de Casa de Colores en Ciudad Juárez, México, sosteniendo un teléfono en una mano y un billete de 50 pesos en la otra.
Mientras entrega el dinero a dos mujeres que salen del edificio, Coreas detiene su llamada telefónica y saluda a la visita en su puerta.
"Adelante, esta es su casa", te dice.
La mujer de 40 años sabe lo precioso que puede ser una casa como Casa de Colores para su comunidad. Coreas, como mujer transgénero, huyó de la violencia en su país de origen, El Salvador, con la esperanza de recibir asilo en los Estados Unidos. Busca reunirse con su hijo de 16 años que vive en Minnesota.
"Me he estado vistiendo desde que tenía trece años, nadie de mi familia lo sabe, nadie de mi pueblo natal lo sabe, nadie de mi trabajo anterior lo supo nunca", dijo Coreas. "Venir aquí fue mi única oportunidad de expresarme de verdad y de ver a mi hijo. Ese es mi objetivo en la vida".
Aquí hay un refugio para Coreas y otras mujeres transgénero y LGBTQ. Para muchas, este lugar representa un limbo entre el trauma de sus antiguas vidas y la esperanza de refugio en los Estados Unidos.
Antes hotel de mala muerte, el edificio de Casa de Colores tiene pasillos largos con un sin fin de puertas entreabiertas. Detrás de cada una de las puertas se puede vislumbrar maquillaje en burós, banderas de arcoíris colgadas en las paredes y colecciones de pelucas de todos los estilos.
Dentro del edificio, alguien está tocando "Born This Way" de Lady Gaga en su teléfono, y tres perros regordetes - Trixie, Mac y Alba - están moviendo la cola despreocupadamente. Aunque las paredes están desgastadas, el edificio está impecable, con un olor a Fabuloso flotando por las habitaciones. Cuando haces contacto con los ojos de las inquilinas, siempre responden con una sonrisa amistosa.
Más que un refugio, la Casa de Colores ha brindado estabilidad tanto física como emocional a un grupo de mujeres transgénero salvadoreñas mientras esperan en la frontera de México para obtener asilo en los Estados Unidos. El Salvador tiene una de las tasas de homicidio más altas del mundo y las mujeres transgénero tienen una esperanza de vida de tan solo 35 años.
Para las mujeres transgénero que huyen de la violencia en El Salvador, el camino hacia el asilo en Estados Unidos no es nada fácil. Para solicitar asilo, las mujeres deben venir a Estados Unidos y presentar un caso formal. Antes de enero de 2019, a la mayoría de los solicitantes de asilo se les permitía permanecer en los Estados Unidos mientras sus casos pasaban por el sistema de tribunales de inmigración de los EE. UU. Pero el programa de Protocolos de Protección al Migrante (MPP por sus siglas en inglés) del expresidente Donald Trump requería que los solicitantes de asilo provenientes de la frontera sur permanecieran en México, una política que afectó a hasta 70.000 personas. Con los retrasos en los tribunales de inmigración, estos solicitantes de asilo podrían esperar between two months and three years para una decisión sobre su caso de asilo, que, si ganaban, les permitiría vivir en los Estados Unidos.
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En febrero, el presidente Joe Biden anunció un retroceso del programa MPP, permitiendo que algunos asylum applicants afectados por la política de "Permanecer en México" ingresen a los Estados Unidos. Sin embargo, para aquellos que no formaban parte del MPP, no existe un camino rápido o claro hacia la seguridad en los Estados Unidos.
Atrapadas en el limbo, las 30 mujeres de Casa de Colores han construido una comunidad en Ciudad Juárez.
Solas y Vulnerables
Antes de Casa de Colores, había otros refugios. Lugares que las mujeres dicen se aprovecharon de su vulnerabilidad.
Si bien la ley mexicana reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo y brinda protecciones limitadas a las personas que se identifican como LGBTQla discriminación y la violencia son comunes. México es el segundo país más letal del mundo para las personas transgénero después de Brasil, según un estudio de 2019 del grupo de derechos LGBTQ Letra S.
Coreas llegó a Ciudad Juárez a principios del 2020 con un grupo de 20 mujeres transgénero de El Salvador. El grupo decidió quedarse en un refugio conocido que atendía a migrantes LGBTQ. Mientras el refugio les cobraba la comida y el alquiler, Coreas dijo que las personas que administraban el refugio prometieron ayudarlas a conseguir abogados y solicitar asilo en Estados Unidos. Le dijeron a Coreas que no se preocupara.
Pero después de meses, Coreas y las otras mujeres descubrieron que la ayuda no llegaría.
"Descubrimos que querían mantenernos ahí porque obtenían dinero según la cantidad de personas que albergaban", explicó Coreas. Al refugio se le pagaba dos veces por la estadía de las mujeres: una vez por las mujeres mismas y otra por los patrocinadores que pensaban que estaban cubriendo los gastos de alquiler y alimentos de las mujeres. Cuanto más tiempo permanecían las mujeres allí, más dinero recibía el refugio.
Para cuando Coreas se enteró de lo que estaba pasando, ya era demasiado tarde.
"La pandemia comenzó y perdimos la oportunidad de cruzar la frontera", dijo Coreas.
Después de ese primer refugio, Coreas y algunas de las mujeres anduvieron de refugio en refugio. Fueron a un hotel administrado por la Organización Internacional para las Migraciones como alojamiento temporal para migrantes, y luego a otro refugio también administrado por el gobierno. Sus identidades como mujeres transgénero dificultaban la búsqueda de un hogar.
En septiembre del 2020, los gerentes del bar donde trabajaba Coreas se ofrecieron a dejar que las mujeres se hospedaran en un edificio abandonado que antes era un hotel barato. No había agua ni electricidad, y la suciedad y excrementos de paloma manchaban el interior.
Las mujeres pusieron sus manos a la obra para hacerlo habitable. El albergue estatal Leona Vicario les proporcionó camas; otras organizaciones les proporcionaron alimentos, ropa, sábanas y utensilios; y los vecinos les ayudaron a instalar la electricidad para que tuvieran luz. Finalmente, también lograron abrir la válvula de agua potable
"Poco a poco logramos que el refugio fuera habitable", dijo Coreas, quien se ha convertido en la líder de facto de la casa. Así nació Casa de Colores.
Batallando para Subsistir
Al principio, Coreas pudo mantener a la comunidad gracias a la vivienda gratuita y la comida donada. Pero a mediados de noviembre, un grupo de mujeres LGBTQ llegó al edificio desde Centroamérica pidiendo asilo.
Las propietarias del edificio le dijeron a Coreas que sólo podía albergar a ocho personas. Ella negoció y las dueñas le permitieron alquilar el edificio a $500 USD al mes. Tienen que renovar el contrato de alquiler cada dos meses.
Después de que Coreas diera la bienvenida a ese primer grupo, se corrió la voz entre otros solicitantes de asilo que forman parte de la comunidad LGBTQ. Más mujeres comenzaron a llegar a Casa de Colores en busca de refugio. Hoy en día, hay alrededor de 33 mujeres viviendo en el edificio. Les cuesta alrededor de 8,000 pesos mexicanos ($370 USD) a la semana la compra de artículos esenciales.
Las mujeres de Casa de Colores
"Con las donaciones de antes, nos alcanzaba. Sin embargo, han llegado tantas niñas que ahora la comida no dura", dijo Coreas.
Para ayudar a pagar lo esencial, ella y algunos de los otros residentes del refugio trabajan, aunque encontrar un empleo regular como mujer transgénero en Ciudad Juárez no es fácil.
Meses atrás, Coreas y otra residente, Alexa Ponce, fueron a buscar trabajo a un bar local. Ponce llevaba vestido y maquillaje; Coreas iba vestida como un hombre. Al verlas, los dueños del bar decidieron contratar a Coreas pero no a Ponce.
La discriminación de vivienda y empleo basada en la sexual orientation or gender identity of a person is illegal en Chihuahua, el estado donde se encuentra el albergue, pero las mujeres de Casa de Colores dicen que la discriminación es común.
"Es muy frustrante ser rechazada para un trabajo por el simple hecho de ser quien eres, por vestirte como te sientes cómoda, por expresarte como realmente eres", dijo Ponce.
Ponce, de 25 años, sueña con ser profesora de inglés, una carrera para la cual estudió en su país de origen, El Salvador, pero que no pudo ejercer como mujer transgénero. Espera que cuando le den asilo en los Estados Unidos podrá trabajar y vivir segura y como realmente es.
Lo Más Cercano a una Familia
Un martes reciente, Ponce, Coreas y su compañera salvadoreña Fernanda Levin reunieron a las mujeres de Casa de Colores en el primer piso del edificio para su reunión semanal. Estas reuniones suelen ser informativas y rutinarias. Pero esta vez no. Las mujeres han decorado el área común. Un pastel, con un letrero que dice "Feliz cumpleaños, Gianna", está en la mesa y la gente está vestida para la ocasión. Cuando concluye la breve celebración, Susana cambia de humor y enfatiza lo importante que es para ellas estar atentas cuando salen.
"Debemos tener cuidado con quién hablamos. Somos extranjeras y somos vulnerables. Es posible que muchas personas quieran hacernos daño porque no nos aceptan", dice.
A medida que el área común se vacía, una mujer se acerca a Coreas para quejarse de algunos problemas internos del hogar. Aunque se reúnen en celebraciones, muchas de las mujeres están batallando.
"El encierro, el clima, la falta de trabajo las tiene a todas desesperadas", dijo Coreas.
Las tres mujeres se han convertido en las figuras maternas del grupo y han ayudado a establecer rutinas, reglas y horarios de limpieza. Coreas incluso trabajó con la organización mexicana sin fines de lucro CEDIMAC para ayudar a las mujeres a acceder a servicios de salud mental, como terapia de grupo. Tienen que cuidarse unas a otras, dijo Coreas, porque nadie más lo hará.
"Esta casa es lo más cercano que tengo a una familia hoy en día. Somos migrantes, somos salvadoreñas y tenemos el mismo objetivo: poder ayudar a nuestras familias", dijo Levin.
La joven de 27 años huyó de El Salvador en agosto de 2020 temiendo por su seguridad y la de su familia. Levin comenzó a presentarse como mujer cuando tenía 19 años y se acostumbró al acoso y la humillación. Pero después de interpretar a una actriz mexicana en un bar local, Levin llegó a un punto de ruptura. Esa noche, mientras ella y su hermana caminaban hacia su casa, un automóvil las arrinconó y el conductor y los pasajeros las insultaron y les arrojaron basura.
"Estábamos asustadísimas", dijo Levin. "Quizás una se acostumbra a que la maltraten y a tanto sufrir, pero ver a mi hermana sufrir las consecuencias fue insoportable para mí. Mis padres también comenzaron a recibir mensajes de odio. No podía aceptar que mi familia sufriera tanto por mi culpa".
Levin y el resto de las mujeres de Casa de Colores esperan encontrar un hogar seguro en los Estados Unidos. Han estado trabajando con abogados del Proyecto Soñadores de Santa Fe, con sede en Nuevo México, para preparar la documentación para sus casos de asilo. El proyecto intenta trabajar con inmigrantes como las mujeres de Casa de Colores que aún no han cruzado la frontera, donde las autoridades de inmigración de Estados Unidos las detendrán.
La esperanza, dijo elle abogade de Santa Fe Dreamers Project, Héctor Ruiz, es que al adelantarse al papeleo, el equipo pueda minimizar el tiempo que las mujeres pasan en los centros de detención de inmigrantes. El proyecto también les está enseñando a las mujeres sus derechos como inmigrantes en los Estados Unidos, ayudándolas a practicar para su Entrevista de Miedo Creíble como parte del proceso de asilo y ayudándolas a encontrar patrocinadores para cuando crucen la frontera.
Ruiz tiene la esperanza de que la nueva administración de Biden ayude a los solicitantes de asilo como las mujeres de Casa de Colores.
"Creo que tienen una buena oportunidad de ganar su caso siempre y cuando tengan la representación adecuada", dijo Ruiz. "[La administración de Biden] ha renovado su compromiso con la comunidad LGBTQ en términos de solicitantes de asilo. Creemos que tenemos una oportunidad para que comunidades vulnerables como Casa de Colores puedan obtener asilo, por lo que hemos leído y escuchado".
La Oportunidad de Ser Sí Mismas
Hasta que puedan ingresar a los Estados Unidos, Ponce, Coreas y las otras mujeres de Casa de Colores están tratando de hacer que su hogar sea lo más cómodo posible. Después de una amenaza de desalojo en enero, Coreas comenzó a pagar más alquiler para suavizar las cosas. Espera no tener que encontrar otro hogar para las mujeres.
"La parte más estresante es no saber dónde voy a acomodar a más de 30 chicas, ¿a dónde vamos a ir?". Dijo Coreas. "Estamos en el limbo sin saber qué nos va a pasar. No hay certeza y es difícil para nosotras planear a futuro".
Coreas piensa mucho en el futuro. Le preocupa lo que sucederá si no se le permite ingresar a Estados Unidos, pero también cómo la recibirá su hijo en Minnesota si se le concede asilo.
"No sabe que soy mujer. No sé si me va a aceptar o no, y esa es una lucha interna que tengo", dijo Coreas.
A mediados de febrero, Coreas se enteró por las organizaciones que brindan asistencia legal que, al ser parte de una comunidad vulnerable, se les permitiría ingresar a los Estados Unidos después de que los integrantes del programa MPP puedan ingresar al país.
Coreas gritó de alegría. Por primera vez en mucho tiempo, podría abrazar a su hijo.
"Estamos muy felices", dijo Coreas. "Finalmente podemos tener esperanza y dar un suspiro de alivio".
Casa de Colores acepta donaciones a través de Venmo @casa-de-colores.