La primera de una serie de postales de la frontera es de un joven de 24 años llamado Toño, el recuerda su trayectoria desde México hacia Estados Unidos.
Ilustraciones por Brian Herrera/Borderless Magazine
Toño está acostumbrado al trabajo arduo. Él es de La Piedad, Michoacán en México, y tenía dos trabajos cuando vivía ahí. Desafortunadamente, sus ingresos no eran suficientes para pagar sus deudas. Su tío, que vivía en los Estados Unidos, lo convenció de acompañarlo.
Toño le cuenta a Borderless Magazine lo que es cruzar la frontera en febrero del 2019.
Por qué no, ¡vamos! Mi plan era cruzar el desierto con una mochila llena de marihuana. Pero no pude encontrar a nadie que entregara esas mochilas. Esperé en la frontera de Sonoyta, Sonora por dos meses. Estaba listo para regresar a mi casa cuando mi tío me dijo que él podía pagar el coyote.
"Solo crúzate así", dijo. El coyote me cobró $5,000 dólares.
El coyote llevaba un grupo de ocho personas. Tienes que seguir caminando porque nadie te espera.
Llevaba atún, sopas instantáneas, más atún, tortillas de harina, frijoles, comida enlatada, carne seca, pan Bimbo, y cuatro galones negros de agua. El agua solo me duró tres días en un viaje que duró ocho.
El coyote sabía a dónde ir y dónde encontrar más agua. Hubo una vez donde llegamos a una sección donde había un río seco. El excavó un hoyo de unos 60 centímetros hasta que el agua empezó a salir. Esperamos a que se asentara el polvo y llenamos los galones de nuevo. El filtro del agua eran nuestras camisas. Ponías tu camisa alrededor de la boquilla y tomabas agua de ahí.
El primer día caminamos a través de un río seco. Mi mochila se rompió y me detuve a arreglarla. Cuando alcancé a los otros me dijeron que no sabían a donde se había ido el coyote. Me quedé con ellos por un rato. Estuve allí por una media hora y no, el coyote no volvió. Me acordé que nos había dicho que nos alejáramos del río porque por ahí pasaban unos motociclistas. Ya estaba oscureciendo y no quise quedarme ahí. Me levanté y me fui, encontré al coyote después de un rato.
Los otros me estaban siguiendo, pero no me alcanzaron. Quería caminar solo. Tenía que salir de ahí, así que caminé por lugares que parecían llevarme lejos del río. Iba siguiendo las huellas de los zapatos, y si ya no las veía, me regresaba al último lugar donde las había visto. Finalmente vi otro muchacho que estaba caminando cerca de el coyote. Cuando lo alcancé, me dijo que el coyote le había dicho que se quedara ahí porque a veces la migra revisaba el área. Esperamos por tres horas.
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Una camioneta de la migra pasó enseguida de nosotros cuando estábamos acostados en el suelo, pero nunca se bajaron. Estaba muy asustado porque había estado caminando mucho y estaba muy cansado. Todo ese esfuerzo solo para ser atrapado, y luego tener que volver a intentarlo de nuevo. Es difícil pensar en eso.
Yo creo que atraparon a los otros que estaban tratando de cruzar. Al final solo íbamos yo, el sobrino del coyote y otro señor. Después de caminar por otros dos días por fin llegamos a un lugar en Arizona.
Cuando llegamos nos llevaron a una casa. Estuve allí por un día. Al día siguiente, mi amigo me recogió y le pagó al coyote.
Llegué un viernes a la casa de mi amigo y descansé el sábado y el domingo. El lunes, empecé a trabajar y nunca he parado desde entonces. Ahorita estoy trabajando en construcción - pintando, reparando madera - cosas así.
Hoy nomás trabajé 11 horas. Hay mucho trabajo aquí y eso es lo único que hago. Estoy cansado.
Quiero ahorrar dinero porque nada es seguro para mí aquí. Me gustaría tener algún negocio y no tener que trabajar para nadie.
Extraño mucho la comida de Michoacán. Pero más que nada, extraño mi libertad. Cuando estaba en México, podía hacer lo que quisiera sin tener miedo de que me corrieran. Aquí, tengo que portarme bien y hacer las cosas bien. Es cómo si ICE siempre te estuviera viendo, debo tener mucho cuidado, ser invisible y ser un buen ciudadano. Pero después me acuerdo de que no hay trabajo allá en México. Sé que aquí estoy mejor, y si pudiera escoger me quedaría aquí hasta que "papi Trump" me corra.
Todavía me acuerdo de las estrellas en el desierto. Nunca había visto estrellas tan brillantes como las que se veían ahí en la noche. Me quedaba viéndolas mientras todos se iban a dormir. Entonces, empezaba a pensar en que sería de mi si me atraparan. Pero me decía a mi mismo, "ya estoy más para acá que para allá. Tengo que seguir".