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La novelista Isabel Allende habla sobre 'El viento conoce mi nombre'

Por 23 de junio de 20237 de julio de 2023Arte y Cultura, Trending

La exitosa autora chilena habla de su nuevo libro y de la importancia de contar historias sobre inmigración.

Foto de Lori Barra
Isabel Allende.
Por 23 de junio de 20237 de julio de 2023Arte y Cultura, Trending

La exitosa autora chilena habla de su nuevo libro y de la importancia de contar historias sobre inmigración.

La novelista chilena Isabel Allende publicó este mes su último libro, "El viento conoce mi nombre". La escritora, que también es una conocida feminista y filántropa, ha vendido más de 77 millones de ejemplares de sus 26 libros aclamados por la crítica. Su obra se ha traducido a más de 42 idiomas.

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A sus 80 años, Allende dice que ahora se siente cómoda diciendo "No", algo que tuvo que aprender con el tiempo y la lucha. "Antes me sentía obligada a seguir la agenda de otra persona, y ahora sólo hago lo que me gusta. Me gusta estar en casa, leer, estar con mi marido, con mis perros y ver un buen programa de televisión. Me gusta cocinar, ir a tomar algo sentada frente a la laguna. Me gusta investigar y trabajar en mi libro".

Allende reside en Estados Unidos, donde dirige la Fundación Isabel Allende. Esta fundación aboga por la educación, la independencia económica, la seguridad y los derechos reproductivos de mujeres y niñas, con un enfoque a las mujeres inmigrantes. Fue a través de su filantropía que encontró una historia similar a la que relata en su nuevo libro.

Isabel Allende con su mascota Olivia. Foto de Lori Barra

En "El viento conoce mi nombre", Allende lleva al lector a un viaje intergeneracional con Samuel Adler, un joven judío que huye de la Austria ocupada por los nazis en los albores de la Segunda Guerra Mundial, y Anita Díaz, una niña ciega salvadoreña de siete años que pierde a su madre en su viaje hacia un lugar seguro en los Estados Unidos.

Junto a sus historias conocemos a Selena Durán, una trabajadora social decidida a ayudar a Anita a encontrar a su madre. Allende entrelaza sus historias con empatía, compasión y su habilidad narrativa única. Este libro es una carta de amor a los niños desplazados, que han sentido la angustia y los horrores que sus protagonistas se ven obligados a vivir, pero también una crítica a la política de inmigración en los Estados Unidos de hoy.

Borderless habló con Allende sobre su libro, la vida en el exilio y la importancia de la perspectiva a la hora de contar historias sobre inmigración.

¿Qué le inspiró para escribir "El viento conoce mi nombre"?

Hace aproximadamente un año, empecé con la idea de escribir sobre este tema, y entonces conversé con personas de varias organizaciones que trabajan en la frontera con inmigrantes y con personas que solicitan asilo. En la conversación surgieron algunos casos. Así fue como me enteré de un caso muy parecido al que presento en el libro como Anita.

Sabía, porque había investigado previamente, que poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando hubo una terrible oleada de ataques contra los judíos en Alemania y los judíos se dieron cuenta de que tenían que salir de Alemania, empezaron a intentar sacar a los niños. Así que Inglaterra ofreció asilo a 10.000 niños, pero sin sus padres. Y los padres tuvieron que tomar la horrible decisión de tener que poner a sus hijos en un tren en una dirección y no estar seguros de si iban a ser bien recibidos, si iban a sufrir... separarse de ellos sin saber su destino.

Lo relacioné en mi mente con lo que está ocurriendo hoy en día con tantas familias de Centroamérica que envían a sus hijos a un destino desconocido, porque eso es mejor que el riesgo que corren en sus propios países. Así que eran tan similares las dos historias que era evidente que había que juntarlas. Y de ahí surgió la idea de los personajes, el personaje de Samuel y el personaje de Anita.

¿Por qué eligió contar estas historias desde la perspectiva de los niños?

Bueno, me parece que el sufrimiento de los padres es evidente, pero no nos damos cuenta del trauma que esto produce en los niños, que es un trauma del que nunca podrán librarse. Pensemos en ese niño que es separado de su familia, tiene que enfrentarse a un idioma desconocido, a un lugar desconocido, a una situación que no controlan en absoluto. Está la angustia de pensar en su familia y en sus padres, en que tal vez nunca los vuelva a ver. El miedo.

Recuerdo que cuando tenía seis años, casi siete, me enviaron al campo porque tenía anemia. Me mandaron al campo con otra familia y me separaron de mi madre por primera vez. Lloré todo el camino y luego me hice pipí por la noche, cosa que nunca me había pasado. Me empecé a orinar, no podía controlarlo. Y luego, además del miedo, la vergüenza y esconderme por la noche, no querer que me vieran porque sabía que me iba a hacer pis.

La desesperación era tan grande que me hicieron volver. Duré menos de una semana porque no podía soportarlo. Me acordé de lo que había vivido y eso que sabía que iba a volver. Pero imagínate un niño que no lo sabe. No sabe dónde está su madre y no puede ponerse en contacto con ella. Así que, bueno, por eso quise presentarlo desde ese punto de vista y por eso la única persona que habla en primera persona es la niña. Todos los demás tienen un narrador pero, en el caso de la niña, quería contarlo desde adentro, desde el miedo.

¿Por qué es importante que los inmigrantes y refugiados cuenten sus propias historias?

Desde fuera no puedes conocer a fondo los sentimientos. Puedes conocer los hechos, pero no cómo se siente cada persona.

Una vez fui a una exposición virtual. Te ponen unos audífonos y unos lentes especiales y estás en tercera dimensión en el desierto. Estás en el desierto, en medio de los cactus, oyes los coyotes a lo lejos y vas caminando con un grupo que viene, dirigido por alguien. Cuando llega la patrulla fronteriza, llegan primero los helicópteros, llegan los camiones con las luces y tiran a todo el mundo al suelo. Y tú estás ahí, en medio de todo.

Así que la única forma de hacerse una idea aproximada de cómo es es estar ahí. Y mi trabajo como escritor es estar ahí, meterme en el alma de cada personaje y vivir la historia desde dentro. No saco nada con contar los hechos, porque eso lo puede contar cualquier periodista. El trabajo de escribir ficción es meterse en el alma. Es como el teatro, te metes en el alma del personaje.

Al escribir, ¿aborda temas como la inmigración de forma diferente hoy que cuando empezó a escribir?

Cuando empecé a escribir, escribía sobre otras cosas. Pero hay ciertos temas que se me repiten. Escribo casi siempre sobre relaciones, sobre familias. Escribo sobre familias que a veces no están emparentadas por la sangre, sino que son familias que se forman por necesidad, como la familia de Samuel con Leticia, con Anita, que se convierten en una familia, pero no están emparentadas por la sangre. Esos temas se repiten, pero llevo 40 años escribiendo y son muchos los temas que he tocado. La forma en que lo hago es siempre la misma. Es como decía, intentar ser cada uno de los personajes, incluso los villanos.

¿Cree que su experiencia de haber vivido en países con culturas tan distintas ha hecho que su literatura sea más universal?

Yo creo me ha ayudado mucho el ser extranjera. Siempre he sido extranjera. Mis padres eran diplomáticos. Así que me pasé la infancia despidiéndome de lugares y personas, porque había un destino, cada dos años tenía que cambiar de país y de colegio y de amigos y de idioma y de todo.

Después fui refugiada política en Venezuela, después del golpe militar en Chile y más tarde me convertí en inmigrante en Estados Unidos. Y cuando voy a Chile, que es mi país, también me siento extranjera porque hace 50 años que no vivo ahí. Así que te diría que esto me ha dado una perspectiva más global, pero también me ha hecho comprender que la gente es igual en todas partes. Todos queremos lo mismo. Todos sentimos amor, odio, amistad, lealtad, codicia. Todos queremos que a nuestros hijos les vaya mejor que a nosotros. Todos queremos tener una familia. Eso no cambia. Así que escribo sobre eso, sobre relaciones personales y sentimientos, y eso es universal.

Isabel Allende y su esposo Roger Cukras. Foto de Lori Barra

Siendo la mujer latinoamericana más traducida del mundo, ¿qué le diría usted hoy a la Isabel Allende después de terminar su primer libro?

Cuando terminé mi primer libro nadie sabía, ni yo ni nadie, que el libro iba a tener la aceptación y el éxito que tuvo. "La casa de los espíritus" fue un fenómeno, muy raro que ocurra en una primera novela, y yo no podía saber que las cosas iban a ser así.

Ahora, viéndolo desde la perspectiva actual, le diría que aquello era como un milagro, una oportunidad única y que había que aprovecharla. Y eso es lo que hice, en realidad. Seguí escribiendo. No me quedé sentada esperando a que el éxito cambiara mi vida. Cuando llegó el primer cheque por "La casa de los espíritus", yo ya estaba embarcada en el segundo libro. Me abrió un camino y continué por él. Así que lo que le diría sería: 'Lo has hecho bien, lo has hecho bien. Congratulations. Felicitaciones'.

Usted empieza a escribir un libro cada 8 de enero. ¿Podría explicarme cuál es su proceso cuando empieza a escribir?

Mi vida es complicada. Tengo millones de entrevistas. Cada día llegan muchos mensajes que hay que responder. Tengo que gestionar la fundación. Viajo. Son muchas cosas. Así que, si no me detengo unos meses al año para poder escribir y concentrarme, encerrada en esta habitación que ves aquí en silencio, no podría hacer nada. Entonces, para organizar mi vida, he descubierto que tener un día para empezar es fantástico, porque todo el mundo a mi alrededor ya lo sabe, mi familia, mi oficina, mis agentes. Todos saben que el 8 de enero ya me encerré a escribir y que no voy a viajar ni voy a hacer vida pública, nada de eso.

Isabel Allende. Foto de Lori Barra

¿Cree que su pasado como periodista ha influido en su trabajo?

Mi pasado como periodista me ha ayudado en la literatura. Aprendí en periodismo a manejar el lenguaje con eficacia, a comunicar, a tener en cuenta que hay alguien que lo va a leer, a mantener la atención del lector, para que el lector no me abandone. Investigar para hacer un reportaje. Todo esto lo aprendí en periodismo y me sirve ahora, por supuesto. Pero también aprendí a trabajar bajo presión, porque en literatura la mayoría de los escritores no tienen disciplina, lo hacen con una libertad inmensa. Se tardan diez años en escribir un libro. Pero el periodismo me enseñó, al igual que me enseñó a empezar el 8 de enero, me enseñó que tengo que trabajar muchas horas todos los días. Y no tengo una fecha para terminarlo, pero sé más o menos que lo voy a terminar en 18 meses, por ejemplo, o en un año o dos años. ¿Me entiendes? Así que tengo una fecha límite, más o menos.

¿Qué le gustaría hacer en los próximos años o en un futuro próximo?

Lo único que quiero es hacer lo que hago ahora. A mi edad ya puedo decidir lo que quiero hacer y lo que no. Así que ahora me resulta muy fácil decir que no. Antes me sentía obligada a seguir la agenda de otra persona, así que ahora sólo hago lo que me gusta.

Me gusta estar en casa, leer, estar con mi marido, con mis perros y ver un buen programa de televisión. Me gusta cocinar, ir a tomar algo sentada frente a la laguna. Me gusta investigar y trabajar en mi libro. Eso es lo que más me gusta y lo que hago. Y también, por supuesto, dedico tiempo a la fundación, pero eso también es un trabajo apasionante.

¿En qué temas se centra la Fundación Isabel Allende?

Nuestra misión es invertir en el poder de las mujeres y las niñas. Trabajamos en el campo de la educación, dándoles no sólo una educación normal, sino dándoles la posibilidad de tener un oficio que les permita trabajar. Porque una mujer que no tiene independencia económica y no puede ganarse la vida siempre será dependiente y, por tanto, estará en una posición de riesgo. También nos centramos en la salud y, por supuesto, en los derechos reproductivos, porque una mujer que no controla su cuerpo y su fertilidad no controla nada. Y luego, la defensa contra la violencia y la explotación, porque una mujer que vive con miedo no puede hacer nada.

Hace poco conocí a una mujer de Somalia llamada Degan Ali. Una activista, feminista, luchadora, fantástica. Nunca la habría conocido si no fuera por mi fundación y por el trabajo que hacemos en Somalia. Así que quiero seguir haciéndolo porque es maravilloso y saco muchas ideas de ahí.

¿Te imaginas las mujeres que conozco a través de la fundación? En este libro, personajes como Selena en el libro, son todas estas mujeres que están trabajando y que yo conozco. Así que es una síntesis de todas ellas. Son mujeres jóvenes, apasionadas, que están en ese trabajo que no da gloria ni dinero y que es puro sacrificio.

Esta entrevista se realizó en español y se tradujo al inglés. Ha sido editada y condensada para mayor extensión y claridad.

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