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Cómo navegué el proceso de ser propietaria con el apoyo de una organización comunitaria en Pilsen

Contado a 27 de agosto de 20244 de septiembre de 2024Contado a, Trending

Tras salir de México con su familia, Erika Ayala y su marido pasaron una década trabajando para comprar una casa. El Proyecto Resurrección les ayudó a sortear los retos a los que se enfrentan los inmigrantes indocumentados para convertirse en propietarios.

Ilustración fotográfica y foto de Max Herman/Borderless Magazine
Fuente: detalle de un mural de Oscar Romero en el interior de The Resurrection Project en Pilsen.
Contada a 27 de agosto de 20244 de septiembre de 2024Contado a, Trending

Tras salir de México con su familia, Erika Ayala y su marido pasaron una década trabajando para comprar una casa. El Proyecto Resurrección les ayudó a sortear los retos a los que se enfrentan los inmigrantes indocumentados para convertirse en propietarios.

Chicago se convirtió en el hogar de Erika Ayala hace más de una década. Ella se fue de México con su esposo y hija pequeña, buscando seguridad y un mejor futuro para su familia.

Habían vivido en Guerrero, un estado Mexicano paralizado por el narcoterrorismo y una violenciaconstantemente empeorando. Los residentes de este estado se convirtieron en daño colateral entre la extorsión del gobierno, la corrupción y el narcotráfico.

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Para Ayala, no era suficiente dejar el estado para escapar la violencia. Su familia necesitaba irse del país. 

El verano pasado, El Universal publicóun estudio revelando que el crimen organizado afecta el 81% del territorio mexicano. La continua guerra entre cárteles ha creado una epidemia de desaparecidos. Al menos cien mil personas han sido registradas como desaparecidas desde 1964. Este número aumenta en 30 mil por año, de acuerdo a la Comisión Nacional de Búsqueda de México (CNB).

En los últimos 11 años, Ayala y su esposo han trabajado para poder dar a sus dos hijas una mejor vida, ofreciéndoles acceso a oportunidades educativas y extracurriculares que no tuvieron en México. Querían darles estabilidad y una base que fuera más que solo un lugar en donde dormir; un lugar que puedan llamar suyo. 

Parte de mi meta fue ser propietaria, pero no era posible hace 11 años cuando los bancos rara vez otorgaban préstamos a personas sin ciudadanía que solo contaban con un ITIN. 

El ITIN es un número de Identificación para individuos sin ciudadanía ni elegibilidad para un número de seguridad social, pero que pagan impuestos. 

Era casi imposible ser considerada para un préstamo, y mucho menos pagar la tasa de impuestos más alta para quienes usan un número ITIN. Los bancos requerían el 20% del valor de la propiedad como anticipo. Tuve que poner pausa en mi meta de ser dueña de mi propia casa. 

Desde que llegamos a la ciudad, nos hemos mudamos cuatro veces. Primero vivimos con familiares, pero no pudimos quedarnos mucho tiempo debido al espacio limitado. Después vivimos con otra familia con la que compartimos un apartamento, lo cual tampoco fue ideal.

Con el tiempo, finalmente pudimos pagar por nuestros propios dos últimos lugares. Intentamos establecernos en esta situación con mucha gente lo más que pudimos, pero no hay nada mejor que ser dueño de tu propia propiedad.

Queremos la libertad de poder hacer ruido y llegar a casa a la hora que queramos. Tener privacidad en nuestra casa es especialmente importante con dos hijas jóvenes. 

Cuando llegó el COVID en 2020, pensamos que finalmente era el momento adecuado. Durante la recesión económica iniciada por la pandemia, esperamos la disminución de precios de vivienda, pero en lugar de eso, los precios aumentaron considerablemente. Pensamos que la pandemia había puesto nuestro sueño en pausa de nuevo, pero encontramos al Proyecto Resurrección. La organización comunitaria nos ayudó a navegar el proceso de ser propietarios siendo inmigrantes sin documentación.

Vi en las noticias que el Proyecto Resurrección estaba otorgando subvenciones a personas que no eran elegibles para fondos de ayuda por COVID debido a su estatus migratorio. Mi esposo y yo acabábamos de perder nuestros trabajos y estábamos batallando para mantenernos. Inmediatamente apliqué para la asistencia financiera y, una semana después, recibí un cheque de mil dólares por correo. Ese cheque nos ayudó tremendamente, y quise devolver algo de lo que la ciudad había hecho por mí. 

Investigué el Proyecto Resurrección y sus departamentos, y luego les llamé para ver si podía trabajar con ellos cómo voluntaria, ya que tenía más tiempo libre tras haber perdido mi trabajo. Mientras trabajaba allí, conocí a personas en el departamento de empoderamiento financiero. Aprendí todo lo que necesitaba para prepararme para comprar una casa.

Después de aprender sobre el proceso, comenzamos a recaudar todos los documentos necesarios. Afortunadamente, ya estábamos relativamente preparados. 

Cuando llegamos de México, guardamos un poco de ahorros para el depósito. Establecimos dos o tres años de empleo estable y, lo más importante, ya teníamos un historial crediticio. Mi esposo y yo abrimos una tarjeta de crédito cuando llegamos a EEUU. 

Recuerdo que al principio rehusaba usar la tarjeta de crédito porque la cultura es muy distinta en México; allá no se maneja tanto con tarjetas de crédito. Me tuve que acostumbrar a usarlas consistentemente, pero valió la pena años después cuando revisé mi crédito por primera vez y vi que tenía un buen puntaje de crédito. Aprendí que la barrera más difícil de superar para familias inmigrantes sin documentación al comprar una casa es crear un historial crediticio. La mayoría de las familias que conozco utilizan tarjeta de débito si tienen una cuenta bancaria, y el resto guarda su dinero en efectivo en su casa. La mayoría tampoco tiene un número ITIN y, sin eso, todas las puertas se cierran.

Ahorramos un 20% antes de presentar formalmente una oferta para un condominio. 

El pasado septiembre, firmamos un contrato para comprar un nuevo condominio del Chicago Housing Trust. La construcción ya está por terminar. Esta casa permanente es especialmente importante porque no tendremos que desarraigar nuestras vidas para mudarnos de nuevo. 

Nuestra hija mayor va asistir a la misma secundaria este año escolar que viene y nuestra hija menor comenzará el kínder cerca de casa. El tren seguirá siendo accesible para mi esposo, quien lo usa para ir al centro a trabajar en un restaurante, y yo continuaré cerca de Pilsen y el consulado de México para mi trabajo voluntaria con el Proyecto Resurrección.

Nos hemos enamorado de la ciudad y la vida que hemos construido en Chicago. Encontramos un lugar con oportunidades para nuestras hijas. Quedándonos en el mismo vecindario reducirá mi tiempo de transporte. Me permitirá tener más tiempo para llevar a mis hijas a actividades extracurriculares y ayudarlas con su tarea. Cómo mamá, unas de mis metas principales es que mis hijas vayan a la universidad. 

Después de irse de la violencia en México y mudarnos constantemente durante una década, queremos finalmente ser dueños de nuestro hogar y echar raíces en esta ciudad para siempre. Esto es lo que quiero para mí familia, y para todas las familias inmigrantes, independiente de su estatus migratorio.

Toda mi familia está contenta de poder mudarnos pronto a nuestro hogar. Esperamos vivir aquí varios años. 

Este contenido ha sido posible gracias a una subvención de The Chicago Community Trust.

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