Sara y otras 147 estudiantes fueron evacuadas de la Universidad de Kabul después de que los talibanes tomaran el gobierno afgano en agosto del 2021.
Al crecer en Kabul, Afganistán, Sara* se enfrentó a muchas barreras para conseguir una educación. Sin embargo, con el apoyo de su familia, terminó la preparatoria y comenzó a estudiar una licenciatura en economía con la esperanza de construir una vida independiente.
Pero en el 2021, cuando aún era estudiante, el gobierno afgano se derrumbó. Gracias a una evacuación organizada por una universidad de Bangladesh, donde Sara tenía previsto transferirse, ella y otras 147 estudiantes pudieron abandonar Afganistán y finalmente llegar a Estados Unidos. Sara ahora forma parte de un grupo de diez refugiados afganos que continúan sus estudios en la Universidad DePaul de Chicago mientras esperan los resultados de sus solicitudes de asilo.
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Aunque está sorteando las diferencias culturales, las barreras lingüísticas y un nuevo entorno académico en Chicago, Sara ve estos retos como oportunidades, y es optimista sobre el futuro.
Borderless Magazine habló con Sara sobre las barreras a las que se enfrentó al crecer en Afganistán y empezar una nueva vida en Estados Unidos.
*Borderless Magazine utiliza un seudónimo debido al caso de asilo de Sara y a la preocupación por la seguridad de su familia.
Siempre he intentado levantarme y luchar contra la injusticia. Mientras estudiaba en Kabul y obtenía mi licenciatura en economía en una universidad privada, me enfrentaba diariamente a la discriminación y la desigualdad. Como chica hazara, no es fácil para mí conseguir una educación, y tuve que superar muchos obstáculos y luchar para conseguir este derecho humano. Las niñas en Afganistán tienen que luchar, primero en casa y luego en la comunidad, para conseguir una educación. Según la ley Sharia, las niñas deben casarse a los nueve años y no necesitan estudiar.
Algunas familias sacan a sus hijas de la escuela después de la secundaria, diciendo que ahora que han aprendido a leer y escribir es suficiente para que sigan adelante con sus vidas. Entonces, las arreglan para que se casen a los 13 o 14 años. Estos matrimonios de menores han destruido la vida de muchas niñas en Afganistán. Según las normas talibanes, una mujer no puede alejarse más de cinco kilómetros de su casa sin un mahram, o tutor masculino.
Mi familia nos apoyaba a mí y a mis hermanas en los estudios. Pero donde vivíamos, la mayoría de la gente tradicional y tribal estaba en contra de que las niñas recibieran educación. Mis vecinos, que eran en su mayoría pashtunes, le recordaban a mi familia muchas veces que está prohibido que las niñas estudien. Me sentía insegura. Mi hermano me cuidaba, como un guardaespaldas, y me acompañaba a la universidad casi todos los días para que no me hicieran daño nuestros vecinos. Comparto la historia de mi vida para que las niñas de mi edad que viven en paz y comodidad en otra parte del mundo conozcan el valor de esa paz y libertad.
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Estaba intentando conseguir una beca fuera de Afganistán. Un año antes de que el gobierno cayera en manos de los talibanes, había solicitado una beca en la Universidad Asiática para Mujeres en Bangladesh, y me aceptaron. Se suponía que íbamos a ir unos días cerca al colapso del gobierno. Pero el destino me llevó a Estados Unidos.
Cuando llegué a Estados Unidos, mi mundo cambió. Siento que hasta los colores de mi vida han cambiado. Es un país muy bonito, con gente culta y amable.
Cuando me enteré de que me habían aceptado en la Universidad de DePaul, fue uno de los momentos más bonitos de mi vida. Actualmente estoy estudiando inglés, y quiero seguir una carrera de informática en el futuro.
Sin duda, la inmigración tiene sus retos para una chica que está lejos de su familia. El estilo de vida y las normas sociales son totalmente diferentes aquí. Tengo que aprender a encajar en la vida estadounidense. Aunque tengo una visa válida, estoy pasando por un largo proceso para ser aceptada como asilada. Pero tener un entorno seguro para la educación me motiva y me da esperanzas para el futuro.
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Vivo aquí por mi cuenta. Por desgracia, la mayor parte de mi familia vive en Afganistán bajo el dominio de los talibanes. Tengo tres hermanas y cuatro hermanos. Mi madre falleció por una enfermedad del corazón cuando yo era muy joven. Mi padre es un hombre muy amable que anima a sus hijos a estudiar para que sean miembros útiles de la sociedad.
Cada vez que hablo con mi padre y mis hermanos en Afganistán, me siento deprimida y desesperada. La gente, sobre todo las mujeres, están encerradas en sus casas debido a la inseguridad, y no se les permite trabajar. Mis hermanos y hermanas están todos desempleados y sin destino alguno. La pobreza y el hambre están a flor de piel.
Pero la vida aquí es muy bonita, y la gente tiene muchos recursos y libertades. A veces, cuando voy con mis compañeros al cine o a una visita a la ciudad, echo de menos a mis hermanos y a mi padre. Me pregunto por qué no están conmigo y por qué se les priva de esta libertad y comodidad.
Este sentimiento es muy doloroso. Me encantaría tener algún día a mi familia aquí a mi lado, para vivir juntos en este ambiente de tranquilidad. No quiero volver a Afganistán porque no hay ningún lugar libre para nosotros.
Esta serie ha sido posible gracias al apoyo del Crossroads Fund y de PEN America. Esta serie está disponible en inglés, español y persa dari. Si deseas volver a publicar esta historia, envía un correo electrónico a info@borderlessmag.org.
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