Maryam y otras 147 estudiantes esperaron en el aeropuerto de Kabul por días para poder escapar de Afganistán.
En Afganistán, Maryam* era una estudiante de la Universidad de Kabul que competía en una liga deportiva nacional. Aunque su familia quería que fuera doctora, una profesión relativamente segura para las mujeres en Afganistán, Maryam tenía otras ambiciones.
Los ataques suicidas en su campus eran constantes. Maryam tenía planes de trasladarse a una universidad en Bangladesh para continuar su educación de forma segura. Pero cuando el gobierno afgano cayó en manos de los talibanes en agosto del 2021, ella y otras 147 estudiantes fueron evacuadas del país con la ayuda de funcionarios de la universidad.
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Ahora Maryam vive en Chicago, donde, junto con otras nueve mujeres afganas, continua su educación en la Universidad DePaul y construye poco a poco una nueva vida. Actualmente toma clases de inglés y empezará a tomar clases de licenciatura este otoño.
Borderless Magazine habló con Maryam sobre cómo escapó de Afganistán y su vida como estudiante e inmigrante en Estados Unidos.
*Borderless utiliza un seudónimo debido al caso de asilo de Maryam y a las continuas amenazas a la seguridad de su familia.
En los últimos años, la situación de seguridad en Afganistán se ha ido deteriorando. Las escuelas y las universidades eran constantemente el objetivo de ataques suicidas y atentados. En noviembre del 2020, mientras estudiaba en la Universidad de Kabul, un atentado suicida en el campus mató a 22 estudiantes e hirió a otros 40. En la zona de Dashte Barchi, en el oeste de Kabul, donde yo vivía, había atentados suicidas todos los días en escuelas, universidades, cursos de inglés, gimnasios deportivos e incluso en hospitales de maternidad. No teníamos seguridad en ningún sitio. Esta situación afectó a mi alma y a mi espíritu. Me desanimé con mis estudios y me sentí insegura al ir al campus.
Entonces, animada por mis padres, decidí solicitar una beca fuera de Afganistán. Un año antes del colapso de Kabul, solicité estudiar en la Universidad Asiática para Mujeres en Bangladesh, y me aceptaron. Sentí como si mi alma reviviera.
La universidad estaba preparando el traslado de 148 mujeres de Afganistán para estudiar en Bangladesh. Pero con la caída del gobierno afgano a manos de los talibanes, todos los planes se interrumpieron. Me sentí desolada y pensé que todo había terminado, pero las autoridades universitarias no dejaron de intentarlo. Estuvimos atentas a nuestros celulares en busca de noticias prometedoras. Finalmente, recibimos un mensaje de que nos trasladarían a Bangladesh el 25 de agosto.
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Los funcionarios de la universidad se encargaron de transportar a todos los estudiantes en siete autobuses, y nos dirigimos al aeropuerto de Kabul, pero ahí esperamos en el autobús durante 32 horas. Detrás de las puertas del aeropuerto se había reunido una gran multitud de personas que querían huir de Afganistán. Los talibanes patrullaban las carreteras; querían controlarnos incluso en los últimos momentos de nuestra huida, lo cual era ridículo. Habían dado instrucciones a los conductores de autobús para que las chicas no pudieran utilizar sus celulares. Me escondí bajo los asientos del autobús para llamar a mi familia, para que los funcionarios talibanes no vieran la luz de mi celular.
Mientras esperábamos en ese clima tan caluroso para entrar en el aeropuerto de Kabul, un sangriento ataque suicida ocurrió a poca distancia de nosotros. El atentado del 26 de agosto mató a 182 personas, entre ellas 13 soldados estadounidenses.
Las autoridades universitarias no paraban de hacer llamadas para encontrar la forma de evacuarnos. Finalmente, el 28 de agosto, pudimos entrar en el aeropuerto. En lugar de Bangladesh, acabamos en Estados Unidos. Pasamos más de dos meses en Fort McCoy, en Wisconsin. Mientras estábamos en el campamento, el vicerrector de la Universidad Asiática para Mujeres se puso en contacto con varias universidades estadounidenses y nos refirió a ellas. Fue un acto verdaderamente humano, y se lo agradezco de todo corazón. Otras nueve estudiantes y yo estamos ahora matriculadas en la Universidad DePaul de Chicago.
"No teníamos seguridad en ningún sitio. Esta situación afectó a mi alma y a mi espíritu. Me desanimé con mis estudios y me sentí insegura al ir al campus".
Maryam, sobre la situación de seguridad en la Universidad de Kabul
Actualmente estoy tomando clases de inglés aquí, y comenzaré las clases de licenciatura este otoño. Estoy muy contenta aquí, la gente americana me apoya mucho y mis profesores son muy amables.
Este es un país en el que no se juzga a los seres humanos en función de su identidad, raza, color, lengua y vestimenta. Hombres y mujeres tienen los mismos derechos. La vestimenta es una cuestión completamente personal y no tiene nada que ver con los demás. En Afganistán, los hombres consideran que tienen derecho a decidir o comentar la ropa de las mujeres. Cuando era niña, nunca pude elegir un vestido propio y llevarlo en público. Si llevara lo que llevo ahora en Estados Unidos, habría sido acosada por los hombres de la comunidad.
Realmente siento libertad e independencia aquí. No quiero volver a Afganistán bajo el régimen talibán, y me gustaría que mi familia estuviera aquí conmigo para poder vivir y disfrutar juntos de esta sociedad humana.
Esta serie ha sido posible gracias al apoyo del Crossroads Fund y de PEN America. Esta serie está disponible en inglés, español y persa dari. Si deseas volver a publicar esta historia, envía un correo electrónico a info@borderlessmag.org.
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