Naheed Farid fue elegida para la Cámara de Representantes afgana como uno de sus miembros más jóvenes. Ahora, exiliada en Maryland, sigue defendiendo a las mujeres de Afganistán.
Cuando era una niña que crecía en Afganistán, a Naheed Farid se le prohibió ir a la escuela. Su educación quedó en suspenso durante cinco años. Pero como refugiada en Irán, a donde huyeron sus padres y tres hermanos durante la guerra civil afgana de los años 90, Farid pudo terminar la escuela primaria. Cuando Farid regresó a Afganistán, su educación sentó las bases para que se convirtiera en una de las legisladoras más jóvenes del Parlamento afgano y en presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, Sociedad Civil y Asuntos de la Mujer.
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En la actualidad, Farid tiene una buena formación. Tiene una maestría en gestión política por la Universidad George Washington y un doctorado honorífico por la Universidad de Kent en Canterbury. Lleva más de una década trabajando como legisladora, centrándose en el fortalecimiento de los derechos de la mujer en Afganistán. Representó a su ciudad natal, la provincia de Herat, conocida entre los afganos como la ciudad de la poesía y la literatura.
Desde el colapso del gobierno afgano y la toma del poder por los talibanes en el 2021, Farid vive en Maryland con sus tres hijos y su marido. Ahora es becaria de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton en su Laboratorio de Políticas sobre Afganistán, donde investiga políticas y ofrece recomendaciones que abordan las crisis actuales en Afganistán. Además, Farid forma parte de la junta del Consejo Democrático de Paz y Prosperidad de Afganistán y Estados Unidos y colabora como voluntaria con organizaciones que reasientan a afganos en Estados Unidos.
Borderless habló con Farid sobre su lucha para convertirse en legisladora y su trabajo actual.
Mis padres querían que sus hijos vivieran en paz y recibieran una educación, y por eso escaparon de la guerra. De niña, quería ser periodista. Un día mi madre y yo estábamos viendo a un político en la televisión, y le dije: "Tú querías ser periodista, pero no pudiste. Ahora yo quiero ser periodista". Mi madre me volteó a ver y me dijo: "¡No! Ahora quiero que te conviertas en política y que un día, como este político, aparezcas en la televisión con todos los periodistas y respondas sabiamente a las preguntas que te hagan los periodistas". Después de ese día, me sentí motivada para convertirme en política.
Cuando tenía 13 años, mi familia decidió repatriarse a Afganistán porque la guerra civil se había calmado. Un día después de nuestra llegada a Herat, en septiembre de 1995, los talibanes tomaron rápidamente la provincia. Como estudiante de secundaria, me prohibieron ir a la escuela. Al igual que miles de niñas afganas, estaba encerrada en casa, sin poder salir a la calle sin un burka y una escolta masculina. Ojeaba mis libros todos los días, esperando que las puertas de la escuela volvieran a abrirse. Pero esta espera duró cinco años.
En 2001, cuando las fuerzas internacionales lideradas por Estados Unidos entraron en Kabul, las puertas de las escuelas y universidades volvieron a abrirse y yo retomé mis estudios. Tras la caída del régimen talibán, formé parte del primer grupo de chicas afganas que visitaron Alemania para participar en un programa de formación en liderazgo. Cada vez estaba más motivada para ser política. Cada vez que leía sobre mujeres líderes, me sentía orgullosa y me animaba a entrar en la política. Después de graduarme en el instituto, con la orientación de mi madre, elegí estudiar derecho y ciencias políticas. Tenía 23 años cuando me casé con mi marido, Tariq Farid, y vinimos a Estados Unidos, donde obtuve una maestría en gestión política en la Universidad George Washington.
En el 2010, con la consulta y el apoyo de mi marido y mi familia, participé en la política afgana. Herat es una provincia tradicional en Afganistán. La mayoría de las familias no estaban muy interesadas en la presencia de las mujeres en la política. Pero la familia de mi marido me apoyó más de lo que esperaba. Mi suegro es médico. Cuando atendía a sus pacientes, les decía: "No paguen mi consulta, pero voten en cambio a la novia de mi hijo, Naheed Farid". Este apoyo de mi suegro fue muy valioso para mí.
Fui uno de los miembros más jóvenes de la Cámara de Representantes afgana. Con la fuerza de mi juventud y el amor por mi país, me motivé más para trabajar por la gente, especialmente por las mujeres. Durante mi primer mandato, trabajé duro para aprobar la ley de eliminación de la violencia contra las mujeres. Por desgracia, debido a la oposición de algunos representantes extremistas y contrarios a las mujeres, la ley no fue aprobada por el Parlamento. Pero más tarde fue promulgada por el gobierno de Afganistán en un ordenamiento legislativo para proteger los derechos y la dignidad de las mujeres en Afganistán. Tras años de guerra y penurias, creo que la aplicación de esta ley es un gran logro en un país como Afganistán, en el que proliferan las desigualdades sociales, las tradiciones desagradables y misóginas, la ignorancia y el analfabetismo, y los desafíos religiosos.
Mi familia me animó a presentarme a un segundo mandato, y me convertí en miembro del Parlamento afgano por segunda vez. También fui presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, Sociedad Civil y Asuntos de la Mujer del Parlamento afgano.
Al ser parlamentaria, era consciente de los fallos de seguridad. Pero nunca imaginé que el gobierno afgano se derrumbara tan fácilmente. Esta caída me resulta incluso increíble.
Para mí, la caída del gobierno afgano significa la caída de una nación y la caída de varias generaciones. Es muy doloroso y miserable. En pocos días los logros de nuestras dos décadas se convirtieron en polvo y humo.
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Unos días antes de la caída de Kabul, fui con oficiales militares a los bastiones de las fuerzas de seguridad y los elogié. Pensé que la situación podría mejorar. Pero, por desgracia, la situación de seguridad empeoraba cada día. Herat cayó en manos de los talibanes antes del colapso de Kabul. Tuve que refugiarme en Irán con mis tres hijos. Esperaba que la situación mejorara y que yo volviera a mi país. Pero en un día, los talibanes tomaron todo el gobierno. Tras el colapso de Kabul, mis hijos y yo huimos de Irán a Estados Unidos.
Cada vez que veo las imágenes de la huida y de la juventud embotada de mi país, simplemente lloro, todas las células de mi cuerpo arden. He crecido profesionalmente durante los últimos 20 años y también lo han hecho otros miles de jóvenes. Estábamos poniendo los ladrillos de nuestros sueños y aspiraciones para construir el futuro y servir a nuestro país. Pero en un abrir y cerrar de ojos, todo se destruyó y volvimos al punto cero.
No tengo ningún problema en quedarme en Estados Unidos, pero todavía me hace sentir sin hogar. Crecí en Afganistán, estudié y finalmente fui diputada. Lo más importante es que tenía grandes aspiraciones de servir a mi país. En mi opinión, la patria de una persona es como su identidad. La vida no tiene sentido cuando te quitan tu identidad. Me encantaría volver a Afganistán, si la seguridad de mi vida y la de mis hijos está garantizada.
Sigo en contacto con la gente de Afganistán a diario y trato de atender sus preocupaciones. La situación es realmente deplorable. Casi 40 millones de personas han sido tomadas como rehenes por un grupo terrorista. La matanza de minorías étnicas, especialmente el genocidio de los hazaras, es prácticamente continua.
Recientemente tuve una reunión con varios miembros del Congreso de Estados Unidos y les pedí que prestaran atención a la situación en Afganistán porque hay 22 grupos terroristas que operan ahí, entre ellos la red Haqqani. La continuación de sus actividades y la ampliación de sus programas no sólo serán una amenaza para Afganistán, sino también para la seguridad mundial. En mi opinión, si el mundo no presta atención a la situación de Afganistán y no se toma en serio el destino de este país, el 11 de septiembre puede repetirse.
Esta serie ha sido posible gracias al apoyo del Crossroads Fund y de PEN America. Esta serie está disponible en inglés, español y dari persa. Para consultas sobre la reedición, envíe un correo electrónico a info@borderlessmag.org.
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